Coronavirus en Siria: Una situación desesperante
- Estudiante colaborador
- 21 jul 2020
- 5 Min. de lectura
Por Irina Bellucci (*) para el Observatorio de Medio Oriente

Al igual que otras regiones del mundo, el Medio Oriente, también se encuentra en una situación vulnerable. La pobreza aumentó y la situación de hambre también. La ONU advirtió que las consecuencias van a ser desastrosas y que las hambrunas no se harán esperar. Habrá pérdida de empleos y se van a dar muertes que en una situación de normalidad podrían prevenirse con controles sencillos de salud. Y Siria no es la excepción. La guerra hizo tantos estragos, que dejaron consecuencias, no solamente en su gente, que en toda la comunidad internacional se hicieron sentir. Pero por si no fuera poco, ahora se suma una pandemia.
No es lo mismo afrontarla con un Estado presente, enfocado en la salud y un territorio con recursos, que con un Estado diezmado por un conflicto armado.
Aunque en muchos países del Medio Oriente ya se dio el retorno a la normalidad, hay que tener en cuenta qué significa esta posición.
La “vieja normalidad” implica una situación de opresión, injusticia social y descuido del medio ambiente. Además, en muchos Estados como Siria, esta normalidad implica la guerra, la que se viene desarrollando hace años allí.
Mucho se ha hablado estos días sobre el COVID-19 y sus implicancias en el orden internacional. Pero Siria necesita avanzar en la reconstrucción de la infraestructura, abordar los problemas socioeconómicos y el COVID se suma como un desafío más a enfrentar.
Los campos de refugiados son los más sensibles a la pandemia, la precariedad de las condiciones en las cuales viven y la situación de hambruna por la pandemia es desesperante.
El 9 de julio de este año, la ONU confirmó los primeros casos positivos de COVID-19 de refugiados palestinos en Siria. Estas personas se encuentran en una grave situación de vulnerabilidad por la fragilidad del sistema de salud, que no cuenta con suficiente personal médico cualificado, así como también existen dificultades para evitar la propagación del virus. Por lo tanto es necesaria la ayuda de la comunidad internacional una vez más en Siria y en la región.
Estas situaciones dejan huella no sólo a nivel regional, sino que a medio y largo plazo pueden generar situaciones que afecten al mundo entero. La crisis de refugiados, que involucró a los países de Europa como receptores, es prueba de ello. Con lo cual, no es extraña la noticia de que la Unión Europea anunció el 30 de junio que iba a hacer una donación a Siria por 7.700 millones de dólares para afrontar la crisis humanitaria.
Podemos decir que el COVID-19 fue un punto de abertura a nivel mundial, nos replanteamos nuestra forma de entender el mundo y las relaciones entre los diferentes países. Dice el dicho, que de las crisis nacen nuevas oportunidades, y Siria necesita aprovechar todas las oportunidades que se le presenten para poder reconstruirse.
Si hablamos de datos, el Ministerio de Salud sirio confirmó 14 fallecidos por el COVID-19 y 372 infectados (de los cuales 18 son personal de la salud). De todas maneras, es complicado, teniendo en cuenta la coyuntura siria, mantener una contabilidad exacta y transparente. Por ejemplo, Pakistán denunció que algunos de sus ciudadanos regresaron de Siria con COVID-19 y el Observatorio Sirio de Derechos Humanos informó brotes de COVID-19 que el régimen sirio no reconoce en las provincias de Homs, Damasco, Tartous y Latakia.
La Organización Mundial de la Salud tampoco recibe reportes del gobierno sirio sobre la situación. ¿Es éste el problema qué, por la falta de clarificación sobre la magnitud de la distribución del virus, dificulta la toma de decisiones correctas para afrontar la enfermedad?
No sólo eso, sino además se suman los problemas políticos, como el autoritarismo y las pocas libertades. Como el producto de la guerra, 11 millones de personas necesitan ayuda humanitaria y 9 millones no tienen alimento. Hay niños con desnutrición crónica y que se han visto obligados a abandonar el colegio para trabajar y ayudar al sostén familiar. Más de la mitad de la población no tiene trabajo, lo cual no sólo afecta la supervivencia sino la salud mental y las relaciones entre la comunidad.
La situación es desafiante. Para afrontar con éxito la pandemia y abordarla de la mejor manera se requiere que todos los actores involucrados en el conflicto hagan un alto al fuego.
Como afirmó el presidente de la Federación Internacional de Sociedades de la Cruz Roja y la Media Luna Roja, Francesco Rocca, el COVID-19 generó “una multitud de retos nuevos y complejos que incluyen la restricción del movimiento de bienes, la demora de ciertas actividades, el cierre de fronteras y una insuficiencia crucial de equipo protector para el personal y los voluntarios”.
Además, Marta Lorenzo, la directora regional de Oxfam para Medio Oriente y el norte de África afirmó que: “Los compromisos de los gobiernos donantes no bastan para resolver la crisis siria con 1 millón de personas al borde de la inanición dentro del país y los embates del COVID-19 y la caída de la economía a los refugiados”.
Por otro lado, como advirtió Humans Rights Watch, el noreste del país es extremadamente vulnerable, debido a las restricciones a las entregas de ayuda, que impiden que los suministros médicos y el personal llegue allí. Según la OCHA (Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios de la ONU), “la volatilidad de la economía está lastrando aún más la resiliencia de la población.
En el último año, el cambio de la libra siria frente al dólar se ha devaluado un 315 por ciento y la moneda nacional ha perdido en torno a la mitad de su valor solo desde el mayo pasado, cuando superó las 1.300 libras por dólar para llegar hasta un máximo de 3.200 el 8 de junio, que ahora ha vuelto a caer hasta las 2.300”. Según Sonia Khush de la organización Save the Children en el noroeste de Siria "solo hay 153 respiradores y 148 camas de UCI para una población de millones".
Hay aumento de precios de los alimentos, a la vez con la pérdida de ingresos y una economía muy deteriorada. Las familias llevan a cabo estrategias de racionamiento de comida, endeudamiento y venta del ganado y bienes para comprar alimento, para hacerle frente a la situación. Los sistemas inmunológicos de los sirios se ven deteriorados si no ingieren los suficientes nutrientes. El precio de la canasta básica aumentó un 67% desde febrero del 2019. En el noreste hay más de 2300 desplazados internos, que se vieron obligados a vivir en carpas y escuelas por falta de alojamiento y dependen del Programa Mundial de Alimentos para sobrevivir, el cual ha tomado recaudos para hacer los repartos de manera segura en la pandemia, al igual que en el sur del país, haciendo las entregas puerta a puerta.
Por otro lado, el sistema hospitalario se encuentra en ruinas tras la guerra, derivado de las agresiones al personal médico, las propias instalaciones y proveedores de insumos, por los diferentes actores del conflicto. En una situación de pandemia, esto es crítico. La falta de agua y el hacinamiento en el que viven los desplazados son factores muy importantes para tener en cuenta. Hay escasez de combustible y aumento de precio de este, lo cual dificulta las entregas.
En estos años de la guerra, que refleja las consecuencias devastadoras de la misma y la situación precaria en la que viven los civiles, COVID 19 es un desafío más para Siria.
La comunidad internacional y los actores involucrados deberían mostrarse a la altura de las circunstancias para que este desastre humanitario no sea aún mayor. Hoy más que nunca es necesaria la cooperación internacional.

Irina Bellucci es estudiante avanzada de la Licenciatura en Ciencia Política de la Universidad Abierta Interamericana. Estudiante colaboradora en el Observatorio de Medio Oriente.
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