30ª Aniversario de la invasión iraquí a Kuwait
- Emilio Alejandro Rufail

- 3 ago 2020
- 3 Min. de lectura
Actualizado: 8 ago 2020
Por Emilio Alejandro Rufail (*) para el Observatorio de Medio Oriente l (@MedioUAI)
@Rufail
Un 2 de agosto de 1990, hace ya treinta años, Saddam Hussein ordenaba a sus tropas invadir Kuwait.

La guerra Irán–Irak había dejado exhaustas las arcas iraquíes, y Bagdad, al no poder convencer ni a las monarquías del Golfo, particularmente a Kuwait, ni a los Estados Unidos, que le condonaran sus deudas y financiaran la reconstrucción de su país, decidió adueñarse de la pequeña monarquía del Golfo.
Esta acción otorgaba a Irak gran parte de las reservas de petróleo del mundo, al sumar las reservas de ambos Estados árabes, algo que los Estados Unidos ni la comunidad internacional estaban dispuestos a tolerar.
Una coalición internacional liderada por los Estados Unidos y que contó con países árabes entre sus miembros, y también a Argentina, restituyó la soberanía de Kuwait, infringiendo una derrota militar a Irak y la destrucción de gran parte de su infraestructura, ocasionado además numerosas bajas iraquíes. Las operaciones militares se conocieron como la “Tormenta del Desierto”.
Hussein sostenía que Irak había contenido el avance de la influencia de la revolución islámica iraní sobre todo el Medio Oriente, que ya comenzaba a visibilizarse con el entonces incipiente y creciente rol de Hezbollah en Líbano, que luego de la derrota de Irak, con la consiguiente merma del poder de Saddam Hussein -el cual apoyaba al entonces Gobierno libanés- permitió que Siria, rival de Irak, se adueñara del país de los cedros, estacionando allí sus tropas e instalando un régimen títere, y bajo su sombra Hezbollah cimentó el poder y la influencia que hoy posee. Esta situación sustentó una alianza, que continúa vigente, entre Teherán, Damasco y el Hezbollah libanés.
Saddam Hussein se escudó entonces en reclamos territoriales sobre Kuwait y lo acusó de robarle petróleo, al explotar dicho país los pozos petrolíferos de la región de Rumalia pertenecientes a Irak. Esta acción desesperada e inaceptable, sentenció la suerte de Irak durante más de una década, debiendo soportar drásticas sanciones internacionales, cuyas consecuencias fueron sobrellevadas por la población civil, soportando falta de alimentos y medicinas, provocando una gravísima crisis humanitaria.
Aquí debería remarcarse que la Administración del entonces Presidente George Bush entendió la situación geopolítica del Medio Oriente, al comprender que, a pesar de haber derrotado a Hussein, no debía derrocarlo, ya que sabía que a pesar de ser un líder autoritario, ejercía un rol que seguía siendo funcional a los intereses de Washington y sabía que no estaban dadas las condiciones para reemplazar su liderazgo.
En cambio, su hijo George W. Bush, en la segunda Guerra del Golfo, invadió Irak nuevamente en 2003, derrocando a Hussein, Y CON ELLO abrió la Caja de Pandora que liberó todos los demonios de Irak, un caos que aún hoy subsiste y que creó las condiciones para que Irak se sumergirá en un conflicto sectario entre las comunidades musulmanas sunitas y chiitas, potenciara las ambiciones independentistas de los kurdos -que hoy disfrutan de una amplía autonomía- y permitiera el accionar de Al Qaeda en su territorio y propiciara el terreno para el surgimiento del fenómeno del Estado Islámico (DAESH) que estuvo a punto de cambiar el mapa de Medio Oriente.
Por otra parte, debe resaltarse el valor simbólico de la guerra del Golfo de 1990, ya que marcó la consolidación de un mundo unipolar en lo militar, liderado por los Estados Unidos, imponiéndose a la agonizante Unión Soviética.
Aunque Irak es un país complejo debido a la diversidad de sus comunidades étnicas y religiosas, cuyas diferencias se han profundizado los últimos años, ha sido considerado el país árabe que tenía las mejores condiciones para desarrollarse, gracias a sus cuantiosos recursos petroleros y humanos. En cambio, hoy es un claro ejemplo de cómo, al ser gobernado por un líder autoritario como Saddam Hussein, sin controles institucionales de ningún tipo, que gobernó el país de forma arbitraria y caprichosa, lo sumió en el caos, la pobreza y la destrucción.
Asimismo, nadie puede negar que Irak debido a su posición geográfica estratégica, en el corazón del Medio Oriente y dotado de cuantiosos recursos petroleros, seguramente ha soportado a lo largo de su historia la interferencia exterior, pero ello no libera a su dirigencia sobre la responsabilidad por su situación actual, un país frágil, cuya integridad territorial está amenazada con diferencias entre sus comunidades, que por momentos parecen irreconciliables. Estás diferencias han provocado que la fisonomía del país haya cambiado, ya que provocó la persecución de minorías como la cristiana y la yazidi, entre otras, que han sido masacradas u obligadas a emigrar.
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(*) Emilio Alejandro Rufail es el Director del Observatorio de Medio Oriente.
Magister en Diversidad Cultural. Especialista en Estudios Árabes, Americano-Árabes e Islámicos. Lic. en Relaciones Internacionales. Profesor universitario de Seguridad Internacional y Seminarios sobre el Medio Oriente, y África del Norte, Mundo árabe, Mundo Islámico (Universidad Abierta Interamericana y Universidad Católica de Córdoba).



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