Terrorismo en Nigeria: Violencia sin Frenos
- Irina Bellucci
- 22 jul 2024
- 5 Min. de lectura
El terrorismo en Nigeria, llevado a cabo principalmente por Boko Haram, tiene raíces profundas en la historia política, social y económica del país. Boko Haram, cuyo nombre oficial es Jama'atu Ahlis Sunna Lidda'awati wal-Jihad, se fundó en 2002 en Maiduguri, en el noreste de Nigeria, por Mohammed Yusuf. El grupo inicialmente se centró en predicar una versión estricta del Islam y establecer un estado islámico en Nigeria.
Son frecuentes las noticias sobre el accionar violento de este grupo y la desesperación que genera en la población, que no encuentra respuesta firme frente a esta problemática. Las autoridades nigerianas no dan soluciones y la consecuencia humanitaria es catastrófica.
Ahora bien, ¿cuáles fueron las cuestiones de fondo que permitieron el surgimiento del mismo? Podemos mencionar las condiciones socioeconómicas precarias, la corrupción gubernamental, el desempleo masivo y la falta de oportunidades educativas crearon un caldo de cultivo ideal para la radicalización. Las desigualdades regionales, especialmente entre el norte y el sur de Nigeria, también jugaron un papel crucial en el surgimiento de Boko Haram.
También es relevante el legado colonial de Nigeria, caracterizado por una política de división y conquista por parte de los británicos, sembró las semillas de la fragmentación étnica y religiosa que hoy sufre el país. Los británicos gobernaron indirectamente, favoreciendo a ciertos grupos étnicos sobre otros, lo que creó tensiones que persisten hasta hoy. La independencia en 1960 no resolvió estas divisiones, y las sucesivas administraciones han luchado por unificar una nación marcada por la diversidad. Durante las décadas posteriores a la independencia, Nigeria experimentó una serie de golpes de estado y regímenes militares que impidieron el desarrollo de instituciones democráticas estables. Esta inestabilidad política fomentó un entorno en el que la corrupción se convirtió en un problema endémico, debilitando la capacidad del estado para gobernar eficazmente y proporcionar servicios básicos a su población.
Para un mejor entendimiento del desarrollo de este grupo podemos dividirlo en 3 fases:
La primera fase (2002-2009) se caracterizó por la formación y consolidación de Boko Haram. Durante este período, el grupo se centró en la predicación y la movilización de seguidores, sin representar una amenaza significativa para el estado nigeriano. Sin embargo, en 2009, un enfrentamiento con las fuerzas de seguridad nigerianas llevó a la muerte de Mohammed Yusuf y a una brutal represión por parte del estado, radicalizando aún más al grupo.
La segunda fase (2009-2015) vio una radicalización y expansión violenta de Boko Haram bajo el liderazgo de Abubakar Shekau. Los ataques se volvieron más frecuentes y letales, incluyendo bombardeos, secuestros y asaltos a gran escala. En 2014, el grupo secuestró a más de 200 niñas en Chibok, atrayendo la atención internacional y desencadenando la campaña #BringBackOurGirls. Este secuestro, que conmocionó a la comunidad internacional que se sumó al pedido de liberación de rehenes (incluyendo a la entonces primera dama Michelle Obama), todavía no fue solucionado del todo ya que si bien más de 180 rehenes han escapado o han sido liberadas, pero su sufrimiento continùa ya que el gobierno no les da apoyo y viven sumergidos en el trauma y la miseria (Adegoke, 2024). 91 niñas siguen cautivas hasta el día de hoy.
En 2015, al año siguiente del mismo, empoderados, Boko Haram declaró su lealtad al Estado Islámico, renombrándose como Provincia de África Occidental del Estado Islámico (ISWAP), lo que fortaleció sus vínculos con redes terroristas globales.
La tercera fase (2015-presente) ha estado marcada por la fragmentación y continuación del conflicto. Boko Haram ha experimentado divisiones internas, con facciones separándose y formando nuevas alianzas. ISWAP ha emergido como una facción más pragmática, centrada en la consolidación territorial y los servicios a la población local. La intervención militar de la Fuerza Multinacional Mixta (MNJTF), compuesta por tropas de Nigeria, Chad, Camerún, Níger y Benín, ha logrado algunos éxitos en la contención del grupo, pero la violencia persiste y los desplazamientos masivos continúan.
Para la región los efectos han sido devastadores ya que el conflicto ha desplazado a más de 2.4 millones de personas dentro de Nigeria y ha forzado a miles a huir a países vecinos como Chad, Níger y Camerún. Este desplazamiento masivo ha generado una crisis humanitaria significativa, con falta de acceso a servicios básicos como alimentación, agua y atención médica. La economía local se ha visto gravemente afectada por la destrucción de infraestructuras, la interrupción de actividades agrícolas y comerciales, y el incremento de los costos de seguridad y defensa, aumentando la pobreza y el desempleo.
Nos es procedente mencionar que la actividad terrorista de Boko Haram ha tenido un impacto devastador en la economía nigeriana, particularmente en el noreste del país. Las regiones afectadas han visto una disminución significativa en la producción agrícola, ya que los agricultores han abandonado sus tierras por miedo a los ataques. La interrupción del comercio ha limitado el acceso a los mercados y ha aumentado los costos de bienes y servicios. Además, la destrucción de infraestructuras ha requerido grandes inversiones para su reconstrucción, desviando recursos que podrían haberse utilizado en el desarrollo económico y social. El turismo, que alguna vez fue una fuente de ingresos, ha disminuido drásticamente debido a la percepción de inseguridad.
Lamentablemente, la exposición constante a la violencia ha generado traumas psicológicos significativos entre la población, incluidos niños que han presenciado y experimentado actos de extrema brutalidad. La violencia también ha llevado a la desintegración de la cohesión social, fomentando desconfianza y tensiones entre diferentes grupos étnicos y religiosos. El impacto en mujeres y niños es particularmente severo, con casos de violencia de género, matrimonios forzados y uso de niños soldados.
Según ACNUR, se estiman alrededor de 1,8 millones de desplazados internos y unos 200 000 refugiados nigerianos en países vecinos que han huido de los combates en el noreste de Nigeria.
Si tenemos en cuenta la perspectiva internacional, el terrorismo en Nigeria no es un problema aislado; tiene implicaciones globales. La conexión de Boko Haram con otros grupos yihadistas como Al-Qaeda y el Estado Islámico plantea preocupaciones sobre la expansión del terrorismo transnacional. La comunidad internacional ha respondido con asistencia humanitaria y militar, aunque estos esfuerzos a veces han sido insuficientes o mal coordinados. La cooperación internacional y regional es crucial para abordar las causas subyacentes del terrorismo y proporcionar una solución sostenible.
Las políticas y estrategias implementadas por el gobierno nigeriano han sido variadas, incluyendo operaciones militares y programas de desarrollo socioeconómico. Sin embargo, la corrupción institucional ha obstaculizado la eficacia de estas intervenciones. La Fuerza Multinacional Mixta (MNJTF) ha logrado algunos éxitos, pero la falta de coordinación y la limitada capacidad de las fuerzas locales han permitido que Boko Haram e ISWAP mantengan sus capacidades operativas.
Asimismo, nuevas tecnologías y enfoques innovadores en la seguridad y el desarrollo pueden contribuir a la estabilización y recuperación de Nigeria. De hecho en 2022, se rindieron 40,000 combatientes, y han sido "reeducados" por el gobierno e incorporados a las fuerzas policiales o granjas.
Programas de desarme, desmovilización y reintegración (DDR) son esenciales para rehabilitar a los combatientes y prevenir la re-radicalización. Además, la mejora en la educación y las oportunidades económicas puede reducir las causas subyacentes de la radicalización, teniendo en cuenta que el país es muy rico en lo que a recursos naturales se refiere.
Conclusión:
En resumen, el terrorismo en Nigeria y sus efectos devastadores sobre la población son un claro ejemplo de los desafíos de la cuarta ola del terrorismo, caracterizada por su motivación religiosa y su alcance global. La combinación de condiciones socioeconómicas precarias, corrupción y desigualdades ha facilitado el crecimiento de estos grupos. A pesar de los esfuerzos militares y humanitarios, el conflicto continúa afectando gravemente a la población y presenta desafíos significativos para la seguridad regional e internacional. Una solución efectiva requiere un enfoque multidimensional y cooperativo que aborde tanto las manifestaciones inmediatas de la violencia como sus causas subyacentes.
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