El Líbano a la sombra de la guerra civil
- Irina Bellucci
- 11 nov 2021
- 4 Min. de lectura
El Líbano está pasando por una etapa complicada en materia social, política y económica. La salud de sus ciudadanos está en riesgo por el coronavirus y la falta de vacunas e infraestructura. El gobierno se encuentra frágil y eso incluso podría pasar por un eufemismo. El 14 de octubre hubo enfrentamientos muy violentos, tras lo cual se detuvieron a 68 personas por agresión y ocasionar disturbios.
Hezbollah (que es chiita) se enfrentó a las Fuerzas Libanesas (Cristianas) , de tendencia nacionalista, durante 5 horas aproximadamente, y cuyo líder, Samir Geagea, manifestó que se negaba a ser interrogado hasta que no hicieron lo mismo con Sayed Hasan Nasrallah , quien es líder de Hezbollah.
Ahora bien, ¿qué sucedió estos últimos días? Se exigía la dimisión de Tarek Bitar, quien es el juez encargado de investigar la explosión en el puerto. Quiénes pedían su dimisión eran grupos chiitas, que poseen el respaldo de Irán y Hezbollah. Sin embargo, el conflicto recrudeció cuando francotiradores abrieron fuego contra dicha protesta y seis miembros de Hezbollah fallecieron. Naturalmente este grupo pide investigar este ataque, que desencadenó el pánico en la ciudad. Se acusa a las Fuerzas Libanesas de ser las responsables, y que tienen a Samir Geagea a la cabeza, y que rechaza dichas acusaciones. Desde el grupo Hezbollah a través de un mensaje transmitido por televisión se aseguró no ser enemigos de los cristianos (José Ley, 2021).
Analizando cuál es el trasfondo de estos enfrentamientos, la situación no es mejor que la del 2020, pese a que en dicho año se expandió el covid-19, y hubo importantes cambios a nivel político como mencionamos previamente en otros artículos, así como también sucedió la explosión en el puerto de Beirut, lo cual representó una tragedia nacional sin precedentes que aún no ha tenido justicia. Esta explosión provocó pérdidas millonarias, que agravaron la crisis económica que se viene sosteniendo en el tiempo.

Tras las explosiones hubo más reclamos por corrupción del gobierno, que estaba en transición. El Líbano parecía una bomba a punto de estallar, y estalló. Hoy en día abundan las noticias sobre la situación allí, que es crítica; escasez de combustible y de medicamentos, apagones, crisis política que lleva a que se fijen las elecciones parlamentarias para marzo del año que viene. En los hospitales no hay más medicación para tratar cánceres y enfermedades cardíacas y la libra libanesa se ha derrumbado, perdiendo alrededor del 85% de su valor. Paralelamente, las dos centrales eléctricas más grandes de Líbano (que juntas proporcionan más del 40% de la electricidad del país) cerraron por la falta de combustible y las deudas sin pagar. (BBC, 2021). Esto es tan sólo una parte del caos en el cual se encuentra sumergido este país de Medio Oriente.
La ONU se manifestó preocupada por la situación en el país, que está surcado por enfrentamientos civiles. El puerto está destrozado tras la explosión que dejó a la ciudad hecha un caos, y reforzó las protestas que ya se venían sucediendo. La población, indignada logró que dimita el gobierno libanés que no podía mantener a flote la economía, que ya venía decayendo desde la guerra civil de la década del 90.
La hiperinflación junto a un desempleo del 25% y a un tercio de la población viviendo por debajo de la línea de pobreza fueron las causas protagonistas , así como las diferencias sectarias debido a las diferentes comunidades con religiones dispares (18, de las cuales 12 son cristianas, 4 musulmanas, además de los judíos y driusos). Asimismo, las principales instituciones jurídicas (El Poder Ejecutivo, el Poder Legislativo, es decir el Parlamento, el presidente y el primer ministro), se dividieron entre los cristianos maronitas y los musulmanes chiítas y sunnitas. Esta división para proteger los intereses de cada comunidad genera tensiones. Asimismo, las restricciones de circulación impuestas por el COVID para evitar que escale su avance y el número de contagiados y muertes generaron protestas hace ocho meses en las calles de Beirut.
En paralelo, el Líbano mantuvo roces (y por roces nos referimos a enfrentamientos bélicos con cohetes) con su país vecino, Israel, con el cual tiene una historia sangrienta. La fuerza interina de la ONU tuvo que pedir un inmediato alto al fuego (DW, 2021). Este enfrentamiento tiene como trasfondo que se señalase a Irán por el ataque a un buque petrolero controlado por Israel, aunque el gobierno iraní negó su participación en dicho suceso. Por su parte “la milicia chií respaldada por Irán dice que sus ataques a zonas no habitadas en Israel fueron una respuesta a los bombardeos israelíes del 5 de agosto, que también cayeron en espacio abierto” (César Rojas, 2021).
Además, en los últimos días agregar hubo una crisis diplomática con los países del Golfo, ya que el ministro de defensa libanés defendió a los hutíes de Yemen. El suceso se dio tras que el ministro de Información de Líbano, George Kordahi, describió la guerra en Yemen como una "agresión" de Arabia Saudí y los Emiratos Árabes Unidos contra la insurgencia huthi respaldada por Irán (Europa Press, 2021). Tras esto Arabia Saudí, los Emiratos Árabes, Kuwait y Bahréin retiraron sus embajadores y suspender parcialmente la cooperación económica. Bahréin, además, ha prohibido a sus ciudadanos que viajen al Líbano mientras que Emiratos ordenó a sus ciudadanos que abandonen urgentemente el país. Arabia Saudí culpó al Hezbollah libanés por las declaraciones, y su injerencia en la política libanesa.
En resumen, la situación no se ve bien para el país, que está tratando de mantener la estabilidad política a duras penas. Es necesario para no repetir la historia y perder miles de vidas por enfrentamientos sectarios, que la comunidad internacional abogue por un diálogo real y honesto entre las partes, para poner esfuerzos en común en la construcción de un país más justo y equitativo. Pero por el momento ese futuro parece lejano y ninguna de las partes quiere dar el brazo a torcer.
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