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¿La democracia adelantada a un tiempo que nunca llega?

  • Foto del escritor: Hugo Javier Sallis
    Hugo Javier Sallis
  • 13 jul 2020
  • 2 Min. de lectura

Hace poco más de cinco meses, el 27 de enero de este año, la bloguera Lina Ben Mhenni moría a causa de una enfermedad crónica que padecía desde hace más de una década. Su blog se convirtió durante las revueltas tunecinas en una crónica de los abusos del régimen de Ben Ali.

Su funeral rompió todo el protocolo de la tradición tunecina y las mujeres, que por religión no pueden asistir a funerales, fueron quienes llevaron el féretro y hasta dieron la oración en la despedida final.


Dejando su legado de activista en la revolución con su blog, nos permite pensar que aún hay esperanza en el pequeño país del Norte de África.

A poco tiempo de cumplirse diez años de que Mohamed Bouazizi se quemara a lo bonzo, lo que marcó el comienzo a las revoluciones árabes de 2011, los avances fueron dispares.


Según van pasando los años, después de las revueltas, hay muchísimos hechos que enmarcan esta nueva etapa. Algunos de los más importantes son: la nueva constitución de 2014, el cambio del sistema de gobierno, el premio nobel de la paz, el Cuarteto de dialogo en 2015 y la ley de amnistía a los funcionarios de la dictadura en 2017. Pero, aun así, nos surgen muchas preguntas.


¿Es realmente posible pensar un cambio positivo para la sociedad tunecina?


Si definimos el cambio positivo como la salida de una dictadura de décadas, es claro, que la respuesta seria afirmativa, pero ¿fue suficiente para los anhelos de esos jóvenes de 2011, como Lina o el mismo Mohamed, que pedían “pan, trabajo, libertad, dignidad”?.


Aunque, después de la revolución el país comenzó a gozar de libertades civiles y políticas inesperadas anteriormente, se puede afirmar que solamente se trataba de una utopía, ya que Túnez sigue dependiendo de las economías capitalistas europeas, y además, con los atentados terroristas del año 2015 se vio afectado el turismo que era la fuente más importante del ingreso del país.


Hoy por hoy, la clase política tunecina se encuentra en una compleja posición y se demuestra claramente en lo sucedido hace semanas atrás en Tataunine.

El presidente Kaïs Saied ha intentado hacer un equilibrio entre el apoyo de los islamistas de Ennahda y el jefe de gobierno proveniente de Ettakatol, a pesar de que dimitió a este partido, y, que existe una inestabilidad regional que produce una fragilidad en las relaciones con sus países vecinos y otras partes del mundo.


A pesar de que Túnez sigue siendo el caso más exitoso de la Primavera Árabe, los números fríos, tanto en términos económicos como en el malestar social que se observa a diario nos demuestra, que estos pedidos profundos y románticos a la vez, requieren una muy fuerte acción política del Estado para concretarse.

Túnez es un ejemplo muy claro de que el derrocamiento del dictador no basta para consolidar un sistema democrático, sino que para éste se requieren actores capaces de llevar adelante esa forma de organización.


¿Queda en una ilusión o todavía hay esperanza de un cambio?


Para responder esta pregunta y mucho más, nos proponemos ir puntualizando, en nuestro blog, tanto los aspectos de la revolución que continúan pendientes, como los cambios producidos después de primeras elecciones libres, teniendo en cuenta tanto la política, la economía como también la relación de Túnez con el mundo.



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