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La sinuosa democratización tunecina

  • Foto del escritor: Hugo Javier Sallis
    Hugo Javier Sallis
  • 17 dic 2020
  • 6 Min. de lectura

A 10 años de las revueltas árabes


Por Hugo Sallis (*) para el Observatorio de Medio Oriente de la UAI

Es sabido que Túnez es el país en donde todo comenzó en términos de las revueltas árabes, aquel 17 de diciembre de 2010 el joven vendedor ambulante Mohamed Bouazizi, cansado de los atropellos del estado policial implantado por Ben Ali el entonces presidente tunecino, el último de estos abusos policiales le costó al joven la pérdida de su puesto ambulante, el cual era su único sustento de vida; toma la fatídica decisión de quemarse a lo bonzo a modo de protesta frente al palacio de gobierno.

Si bien no murió ese día, sino unas semanas después (4-01-2011), su sacrificio fue la chispa que encendió el interior del país, desatando una ola de protestas, primero en Sid Bouzid, luego extendiéndose al resto del territorio todo el país, llegando a la capital. Luego de varios días de protestas, enfrentamientos de los manifestantes con la policía (muchos de ellos mujeres y jóvenes) dando lugar a represión, detenidos y muertos, el presidente Ben Ali (quien días antes de su muerte se había retratado con Bouazizi en el hospital) tuvo que escaparse con su familia a Arabia Saudí, dando comienzo a un proceso de cambio en el país africano que continua hasta estos días.

Esto produjo que luego de las revueltas en el mes de octubre de 2011 se llevaran adelante las primeras elecciones libres, que culminaron con la elaboración de la nueva constitución nacional. El partido islamista de los Hermanos Musulmanes, Ennahda, presionó durante todo el proceso para que la constitución se basara en la Sharia (ley islámica) y los partidos seculares laicos promovían a su vez una constitución al estilo francés, el resultado de esta negociación política es la constitución actual, que podría ser catalogada como mixta.


Túnez tenía varios desafíos por delante, tanto en términos sociales, políticos y económicos; y es válido preguntarnos: ¿la democracia hizo de Túnez un país políticamente solido? y por otro lado: ¿es suficiente la democracia como sistema político para resolver las deudas sociales y económicas heredadas de los regímenes anteriores y generadas en los últimos años?


¿la democracia hizo de Túnez un país políticamente solido?
¿es suficiente la democracia como sistema político para resolver las deudas sociales y económicas?

Entonces tenemos tres ejes a los cuales atender en este proceso de democratización que lleva adelante Túnez. El sistema político y sus alcances, la política económica como elemento clave para el desarrollo y por último el aspecto social.


Este país es tomado como ejemplo, o como caso de éxito para algunos, por el cambio de régimen y democratización de las revueltas árabes. Como dijimos antes, Ennahda (Hermanos Musulmanes) tuvo durante los primeros años de transición (2011-2014) un accionar dual o por lo menos ambiguo, sus vínculos con la parte radicalizada de los Hermanos Musulmanes lo vieron envuelto en acusaciones sobre atentados perpetuados en esos años que cobraron la vida de políticos de partidos laicos. Estos eventos sin esclarecimiento por parte del partido provocaron en parte, la declinación de la candidatura a presidente de Ennahda. El vínculo con la violencia comenzaba en estos años a ser una variable de peso a la hora del apoyo tanto en las urnas como en las medidas llevadas adelante en el periodo que Ennahda estuvo al frente del país.


Por su parte los partidos laicos tuvieron grandes problemas para manejar una coalición de gobierno luego de ganar las elecciones de 2014. Este desentendimiento se agravo en parte con el fallecimiento de uno de los principales actores de dialogo, Bénji Caïd Essebsi muere en 2019 a poco tiempo de que llegue el fin de su mandato, dejando terreno fértil para la polarización política en el país. Esto último propicio que en las elecciones presidenciales de 2019 llegara al poder Kaïs Said, un outsider, jurista ultraconservador que preserva la idea de la homosexualidad como delito, complejizando aún más el panorama político.

A pesar de lo dicho, el sistema de partidos podemos decir que funciona y la clase política ha llevado adelante varias elecciones (tres legislativas y dos presidenciales). El sistema de alternancia es respetado por las distintas fuerzas, quizás para las democracias occidentales esto no es nada nuevo, aunque para un país del norte de África es todo un logro. Si pensamos en otros ejemplos de la región que transitaron las revueltas árabes, Egipto, Siria, etc., es sabido que esto aún es un sueño, por lo que podemos afirmar, si bien queda mucho camino por recorrer, el sistema de partidos avanza y es posible pensar en una democratización en términos del politólogo norteamericano Robert Dahl en su libro «La Poliarquía: Participación y oposición».


Por otro lado, en materia económica, es válido aclarar que el turismo representa entre el 6 y el 8 % del PBI, siendo el 2do sector en importancia que más aporta a éste luego del sector agropecuario. El turismo en Túnez empleaba hasta hace unos años, a poco más de 400 mil personas, los problemas comenzaron cuando en 2015 ocurrieron una serie de atentados, el primero en el Museo del Bardo dejando un saldo de 24 turistas muertos, luego en las playas de Susa, en la región central del país, otro atentado se cobró la vida de 38 turistas y por último, a la guardia presidencial en los últimos meses del año dejando a 14 personas muertas. Claramente esto impactó directamente sobre el turismo y se produjo el desplome del sector y con el su aporte al PBI, disparando los índices de desocupación en algunas regiones de interior del país a casi el doble de la media nacional que ronda desde hace varios años entre 12 y 15 %. En regiones más turísticas del país llegó al 30%.


Otro pilar de la economía, el sector agropecuario, se vio afectado duramente en la región de Tataouine, lo que provocó que en los últimos años se desataran una serie de protestas cuando en esta región la desocupación escaló al 28% por la falta de inversión que tanto había prometido el gobierno. Ya en 2018 el Instituto Tunecino de Competitividad y Economía Cuantitativa reveló que un residente de Tataouine tenía 4 veces más chances de estar desempleado que uno que vive en las regiones cercanas a la capital. Estas asimetrías se dan desde tiempos de Ben Ali y vale decir que la política no ha podido dar una respuesta concreta al conflicto en estos breves años de democracia.


A la crisis del sector turísticos por los atentados y la crisis del sector agropecuario por la falta de inversión, hay que agregare el flagelo de la corrupción endémica, que tiene el país (procedente del estado policía de Ben Ali y el ajuste fiscal que el gobierno lleva adelante desde 2015 por el acuerdo con el FMI. Claramente la llegada del Covid19 desestabilizó una economía muy frágil y el panorama no es alentador en este sentido, ya que la crisis era profunda pre-pandemia y la dirigencia política no encuentra una salida (y con el Covid19 menos aún).


Pensando en los factores sociales, durante las protestas, las demandas eran simples (pan -trabajo – libertad – dignidad) pero a su vez nucleaban cuestiones bien profundas, al crecer las protestas -quizás inicialmente sin pensarlo- lograron la caída del régimen. Aunque los principales protagonistas de las revueltas (jóvenes y mujeres) fueron los primeros desplazados de la conversación por la refundación política del país. Como vimos antes con la economía en crisis y la cuestión política empantanada, las carencias que motivaron las protestas tuvieron un momento de gran expectativa durante la democratización 2011-2014 pero luego comenzaron los problemas que antes comentamos y estas expectativas, junto con el aplacamiento de los sectores más protagonistas en las protestas de 2011 generaron un malestar que llevaría a un rebrote de las protestas en 2018, también reprimidas, pero esta vez por el gobierno constitucional.


Si pensamos en acortar las diferencias entre las clases sociales podemos observar que la economía y el ajuste no son de gran ayuda, desde la política la participación de los jóvenes y las mujeres está (o continua) relegada; si a esto le sumamos la poca expectativa de futuro próspero que posee la sociedad, los niveles de malestar aumentan directamente proporcional con la incapacidad de la dirigencia política de dar respuestas.

"esta triada entre política – economía – social pone en aprietos a la democracia"

A modo de cierre, esta triada entre política – economía – social pone en aprietos a la democracia, que a diferencia de lo que muchos creían, no parece ser la solución a todos los problemas del pequeño país del Magreb. Si bien es valorable el proceso de democratización llevado adelante entre 2011-2014, hay aún un largo camino por recorrer para la democracia tunecina. En consecuencia, es el tiempo de que la clase política de muestras de que se encuentra a la altura de las circunstancias, algo que se pudo ver en breves momentos en los primeros años de la democracia, para concretar un nexo con la sociedad civil que permita sacar al país de la crisis en la que esta inmersa y de la cual no parece encontrar otra salida que el endeudamiento y el ajuste fiscal.


(*) Lic. Hugo Sallis: Licenciado en Ciencias Políticas y Profesor Universitario para la Educación Secundaria y Superior.



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